martes, 24 de marzo de 2015

LA GARANTÍA DE LAS PENSIONES


El Estado español garantizaba hasta hace cinco años, la progresiva elevación del nivel de vida en los órdenes sanitario, económico y cultural, desde el lejano Decreto de 30 de mayo de 1974, curiosamente preconstitucional.
Cada español, desde el mismo instante que comienza su vida laboral y su cotización, debería saber, en todo momento, sin restricciones y sin límites máximos marcados, cual dictadura, como se sabe en países primermundistas o bien como conoce una persona que se programa un plan de jubilación/pensiones particular, de cuánto dispone.
Existe, en teoría, una Caja de las Pensiones de la Seguridad Social que, supuestamente pertenece a todos los trabajadores españoles cotizantes. Sin embargo, los recursos generados, desde hace más de una treintena de años, sin su permiso, con nocturnidad y alevosía, se han utilizado para cubrir partidas presupuestarias de otros gastos frívolos gubernamentales; se utilizan para endosar a las pensiones algo tan diferente como es el gasto sanitario; se utilizan para hacer frente en toda clase de comicios, es decir, a elecciones generales al Congreso, Senado, Parlamento Europeo, Autonomías, Municipios, incluso para favorecer la convergencia española con la Unión Europea. Y, últimamente, con desfachatez de altura, se utilizan en la construcción de Carreteras, Autovías, Autopistas, Ave, incluso para inyectar dinero a prestaciones públicas como al Subsidio de desempleo, a la Inmigración, a las Minorías Étnicas, etc. Y la Caja ya no puede dar más de sí...
Por tanto, la acción protectora de la Seguridad Social, como puerta giratoria, actualmente se está financiando mediante la aplicación de las aportaciones progresivas provenientes de los Presupuestos Generales del Estado, y no al contrario, como se estaba haciendo, es decir, con las cotizaciones de los trabajadores. Ante tal desfalco los gestores deberían provisionar todo lo que realmente han desvalijado hasta el momento, pero continúan inmutables. Así es más fácil echar la culpa a que no hay suficientes trabajadores cotizando.
No sólo esto, sino que ha habido Gobiernos que se han permitido hacer enjuagues, poco antes de estallar la crisis, vendiendo el 46% de las reservas de oro en otoño de 2007 (240 toneladas equivalentes a 7,7 millones de onzas de oro, por un valor de 3.500 millones de euros), instante en que, casi por generación espontánea, aparecieron multitud de chriringuitos a la voz de compro oro, dinero inmediato, máxima solvencia. 
El presupuesto de la Seguridad Social, que se creía sagrado, algo que parecía intocable, ya menos, hasta que se han abierto los ojos, se juega con el pan ajeno ganado año tras año, no debe servir para  cuadrar otras administraciones, nada de emplearlo en otros Ministerios, aunque les falte, porque en Seguridad Social nada sobra, más bien escasea, porque el presupuesto no está hechos por técnicos.
De ahí que, lo que pertenecía exclusivamente a los trabajadores, el dinero cotizado que cada español deja de percibir cada mes, registrado para cuando llegue su jubilación, es manoseado por ajenos, porque les gusta tanto o más que un bombón a la puerta de una escuela, cuando un gobierno comenzó a meter mano en la Caja, permitiéndolo la oposición y, en su alternancia, los demás gobiernos han continuado, como algo más que natural. Nadie, ni siquiera los llamados sindicatos de clase, se ha rasgado las vestiduras, nadie se ha mesado la barba ni los cabellos, nadie ha hablado. Y, lo peor de todo, no ha sido sólo en una ocasión coyuntural, qué va, sino que se sepa en dos ocasiones, han dejado temblando a la Caja, y ni siquiera los saqueadores fueron capaces de provisionar los derechos para las pensiones futuras. Y la culpa, la responsabilidad, el canario del abuelo.

Alfonso Campuzano
      
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