lunes, 18 de mayo de 2015

RIESGO PATOLÓGICO


El Seguro Obligatorio de Enfermedad (S.O.E.), mediante el Decreto 30 de mayo de 1974, preconstitucional, financia y perfecciona la acción protectora de la asistencia sanitaria, reestructurando y cristalizando, el actual sistema del Régimen General de la Seguridad Social, asumiendo mayor numero de patologías dentro de su cuadro de prestaciones económicas por incapacidad laboral transitoria, invalidez, jubilación, desempleo y, al mismo tiempo, se constituye en un sistema que se hace progresivo al incluir mayor numero de personas y colectivos dentro de su esquema de Seguro Sanitario.
Hasta ahora, porque desde hace tres años largos no es así, el Estado español garantizaba la progresiva elevación del nivel de vida en los órdenes sanitario, educativo, económico y cultural. Ha tenido que venir una crisis casi mundial, durante el septenio negro, seguido de un largo trienio frenopático, para ver mermados los derechos de todos los ciudadanos españoles conseguidos durante los cuarenta años preconstitucionales. Para algunos incrédulos, pueden hojearse los B.O.E. de aquellos años.
Nunca se debió permitir, por golosa, la transferencia de Sanidad a la vista de lo que nos ha traído la incapacidad política, imaginándose que sus votantes les apoyarían en sus mal digeridas gestiones, totalmente desnortadas, que no se pueden denunciar porque ni siquiera disponen de un despacho en el que admitir sugerencias que puedan ser llevadas a los plenos parlamentarios. A las llamadas Autonomías les falta el nexo de subordinación al Gobierno central, algo indispensable, algo que se olvidó en el tintero y que corre prisa arreglarlo: hay que reordenar urgente y preferentemente todo el territorio español. 
Con la cantidad de recortes impuestos en Sanidad y Educación, el Gobierno español, sacando pecho, ¿puede aceptar la proporción de inmigrantes que le dicte Bruselas que, en este caso, puede llegar al 9%?
La ola inmigratoria se padece cuando no se regula bien la Ley que se promulga. La inmigración actual, no contenida, ante sospechas fundadas, como las doscientas mil personas, un volumen posiblemente inasumible de golpe, para toda infraestructura sanitaria, y en perjuicio del bienestar adquirido con tanto esfuerzo, con la probabilidad de que, si se asume por los gobiernos europeos, cometerá el error de exponer a la población autóctona a un gravísimo riesgo de derrumbe, retrocediendo decenas de años, por no haber puesto en marcha cuarentenas necesarias, gracias a brotes de enfermedades infectocontagiosas, desconocidas o desaparecidas en la clínica diaria que, al volver a florecer, se hacen responsables ante nuestros nietos del desplome de una Sanidad primermundista, hasta convertirla en tercermundista.
Y nadie debe olvidar que cada continente, cada raza de la especie humana, tiene su idiosincrasia, tiene sus patologías a las que cualquiera, con defensas adecuadas se puede acercar y convivir, pero que, en condiciones inadecuadas, estas patologías, en caldos de cultivo adecuados, pueden llegar a extinguir a los más allegados.
Para colmo, una de las variantes que nos ha brindado el último septenio negro, y continúa con el largo trienio frenopático, es que no se sabe con exactitud el control que se hace en la expedición de fármacos gratuitos a la población inmigrante cuyas recetas, como poco, en ciertas comunidades autónomas, disponen de cinco modalidades, según edad y recursos.

Alfonso Campuzano

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