lunes, 31 de agosto de 2015

EL ARTE DE CLONAR



Las consecuencias, algunas letales, de cualquier clonación, pueden conducir a alterar el medio ambiente, al desarrollo de enfermedades desconocidas, a interrumpir la evolución humana hasta hacerla desaparecer - Alfonso Campuzano


La especie humana, a base de tecnología, se cree un dios, si bien menor, aunque no le importa, pues quiere vender que, con sus tiras y aflojas, y casi lo consigue, domina la Naturaleza, cuando los sustos diarios que se lleva hacen que el corazón le salga por la boca, pues toda aparición o extinción de una especie, incluida la humana, tiene lugar por medio de la acción de leyes naturales contra la que no puede luchar.
Entre los paleontólogos hay una pugna desenfrenada por descubrir qué animal más grande pobló este planeta en la antigüedad; una antigüedad que cada día está más lejana, cercana a los ochocientos millones de años, sin que nadie se pongan de acuerdo en la fecha, porque, al no vivir ese tiempo, no puede ser recordado, mientras que la especie humana ronda ya los dos millones de años.
¿Por qué esa obsesión, cercana al egoísmo, esa tendencia de querer resucitar, acertadamente o no, mediante la clonación, tras el descifrado del código genético, a especies extinguidas hace miles de años, en un mundo donde la población humana supera los siete mil millones de habitantes, si se ignoran las consecuencias, posiblemente letales, de tal experimento como puede ser la alteración del medio ambiente, el aporte de enfermedades desconocidas, la interrupción de la evolución humana hasta hacerla desaparecer?
Si unas especies han desaparecido es porque la madre Naturaleza, con su inteligencia, siguiendo sus desconocidas leyes, lo ha permitido, así que, ¿qué interés puede tener para la comunidad humana si el medio en que puedan resucitar no es el mismo al que estaban acostumbrados y tendrían que adaptarse con las complicaciones que tal desaguisado conlleva? Para ejercer en esta carrera hacia lo desconocido, como nuevos dioses, sería recomendable que los utensilios, incluso ellos mismos, se trasladaran a otro planeta que no fuera la Tierra.
Los humanos tenemos muchos problemas sin resolver, el principal es la hambruna que reina en buena parte del planeta y que, aún sabiéndolo y conociéndolo, los jefes de todos los gobiernos no llegan jamás a un consenso, eso sí, se preocupan de especies animales, en peligro de extinción o no, que poco o nada aportan a la evolución de la especie humana.
No se debiera permitir la hipermegasobreultraprotección a otras especies animales, empleando cantidades ingentes de dinero público, que conducen hacia el círculo vicioso de la intransigencia: protección de una especie mediante un tributo que se desparrama e incontrola, producción de daños, acto seguido se hace un seguro para que los daños ocasionados a terceras personas se les endulce el cerebro, a modo de comecocos, y así hasta el infinito. Es decir, por una parte, subvenciones y, por otra, seguros de riesgo.
Una esquizofrenia que, a modo de consenso, hace olvidar lo primordial: por encima de todo, lo que se debe proteger es la especie humana.

Alfonso Campuzano
Sigue a @AIf0ns0

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