lunes, 24 de agosto de 2015

LA BURBUJA MIGRATORIA



Durante el aislamiento en Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) se realizan actuaciones sanitarias y policiales regladas en defensa ante posibles riesgos contra la salubridad social e integridad física - Alfonso Campuzano


La tendencia migratoria actual se origina habitualmente en países que llevan años soportando enfrentamientos bélicos, ignorancia, nivel de desarrollo humano deficiente, persecuciones políticas, pobreza, hambruna, grupos de exclusión social, infraestructura sanitaria mísera, que al desplazarse indocumentada, sin papeles, sin justificación laboral, intentan traspasar cada frontera que encuentra en el camino, provocando una crisis social en los países de acogida.
El principal problema de la U.E. es que, ante este drama intercontinental migratorio diario, a falta de un consenso interestatal, está tardando en reconocer que su frontera es única, y no la de cada Estado, lo que conduce a un descontrol y caos, ya avisado por España, pero no escuchado.
Para ello se han construido los llamados Centros de Internamiento de Extranjeros (C.I.E.), cuyo ingreso no es aleatorio, sino debido a una resolución legislativa. La mayor parte de los Estados de la U.E. ha optado por un tiempo mínimo de seis meses, prorrogables a dieciocho, mientras que España ha decidido rebajarlo a dos meses, achacable posiblemente al quijotismo, gazmoñería, apatía.
Durante este internado, entre otras, se practican dos actuaciones regladas: policial y sanitaria. En cuanto a la sanitaria, este aislamiento es una especie de  cuarentena, que sirve para defender el derecho a la integridad de la salud de las personas autóctonas/contribuyentes ante personas que están sin vacunar, controlando posibles amenazas/riesgos para que, no difundan contagios de enfermedades desaparecidas y/o desconocidas.
  Los subsaharianos, tal como gusta llamar a los medios de comunicación a personas que proceden de Congo, Gabón, Sudán, Uganda, son los principales portadores de una epidemia mortífera, provocada por el virus de Ébola, difícil de controlar, desconocida en Europa, que no tiene cura, salvo cuidados paliativos, que se transmite entre humanos por contacto con fluidos corporales del infectado, con los ya sabidos brotes en los años 1976, 1995, 2000, 2007, 2014.
Ha trascendido, según el Ministerio del Interior, que hasta un setenta y cinco por ciento de extranjeros ilegales, cuentan con antecedentes judiciales/policiales en los países de origen por ser delincuentes, traficantes de drogas.
A cualquier Estado soberano europeo le resulta difícil concebir, y hasta sería demagógico intentarlo, un centro obligatorio para personas en situación irregular como un hotel de cinco estrellas. Es posible que les falte algo, aunque no se echa en falta prácticamente nada, otra cosa es que guste, o no, que para esto están los colores. Teniendo en cuenta que toda deficiencia/deterioro es mejorable para impedir riesgos de salud y seguridad de los inmigrantes, no se debe olvidar la causa de su internamiento.
El dispendio otorgado a los inmigrantes ilegales por el erario público, nutrido por los contribuyentes, que debería ser amortizado por el resto de los países de la UE, se traduce en cifras frías consignadas en las facturas de agua corriente, calefacción, cocina, electricidad, gas, manutención, limpieza, orientación jurídica, policías, ropa, salubridad, servicios sanitarios (médicos, enfermeras/os), techo, trabajadores sociales, traductores.
Si el contribuyente, mediante sus impuestos, ayuda al inmigrante, éste por solidaridad mutua, y como compensación, debería aportar su mano de obra, y no quedarse con las manos cruzadas, porque los hay, y muchos, que sólo viven de rentas otorgadas a modo de ayudas y subvenciones, ellos y sus amplias familias, convertidos en inactivos sociales.

Alfonso Campuzano
            
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