martes, 16 de febrero de 2016

SECADO DE MANOS EN ASEOS PÚBLICOS

Los aseos públicos, sin una higiene adecuada, son fuente de contaminación infectocontagiosa de enfermedades - Alfonso Campuzano 


Al objeto de evitar la transmisión de enfermedades infectocontagiosas en los aseos públicos ya sea en la hostelería, aeropuertos, estaciones de trenes, autocares, etcétera, la presentación de opciones de uso para la higiene personal han ido evolucionando con el paso del tiempo. Dentro de la aptitud de cualquier centro, ya sea hostelero o no, se llega a catalogar sanitariamente, porque existe un apartado en el que se puntúa el cuarto de aseo sin que ninguno de ellos se escape a la calificación, que varía entre un mínimo y  un máximo.
Interesa insistir aconsejando que la mecánica del lavado de las manos debe realizarse antes y después de utilizar el servicio público de aseo. Antes, porque para hacerse un sitio, se tocan y manipulan instrumentos contaminados, ya sean pomo/manillar de la puerta, interruptor de luz, etcétera. Después, porque los gérmenes saprofitos de cada usuario no tienen por qué ser transmitidos al siguiente.
          Fig. 1: Jabón estático por célula fotosensible                          Fig. 2: Jabón dinámico                       Lavado por célula fotosensible 
La configuración del lavabo puede ser de cualquier estilo, lo mismo que el grifo, siendo preferible e ideal aquél que tiene una célula fotosensible que capta la presencia de las manos sin tocarlas, con el mismo sistema para el jabón crema/espuma/líquido (Fig. 1), pero siempre depende de la categoría del lugar que se frecuente. No obstante, dado que se puede desconocer su funcionamiento está expuesto a terrorismo higiénico. En otros casos el jabón (Fig. 2), ya sea estático en la pared/dinámico, o no, unidosis, y muy raro en pastilla.
                         
           Fig.3: Secador eléctrico de pared                                                                            Fig. 4: Secador eléctrico de encimara
Lo más habitual es que haya un aparato secador de manos colgado en la pared y enchufado a la corriente eléctrica (Fig. 3), que emite y despide el calor hacia el suelo, a fin de evaporar la humedad de las manos, y menos frecuente es que el artefacto esté encajado en la encimera del propio lavabo, cumpliendo la misma función anterior, con la salvedad de que desprende el chorro de calor algo más controlado, pero hacia la persona (Fig. 4). Ambos utensilios eléctricos tratan de expulsar centrífugamente el aire caliente a base de un ruido ensordecedor, desagradable, aparte de quemar la piel, remueven el aire, alborotan y alteran a los bichos microorgánicos, perjudiciales para la salud, que pululan en dichos ambientes, trastocando el ecosistema, hasta que se introducen por cualquier puerta de entrada al organismo, nariz o boca, hasta los pulmones donde pueden anidar y desarrollar enfermedades del aparato respiratorio. Lo mismo puede ocurrir con secadores de pelo si no se emplean en lugares higiénicos. Y también con los espiradores urbanícolas que emplean los jardineros.
                               
         Fig. 5: Papel de secado unidosis                                                                                       Fig. 6: Servilletas de papel
Sin embargo, a la alternativa al aire caliente se está imponiendo el papel como protagonista del secado de las manos húmedas (Fig. 5), que varía entre la lija y la caricia, que se arranca de ciertos dispositivos que habitualmente están clavados a la pared, ya sea en rollo o unidosis. Ahora que están disminuyendo las tiradas de libros y periódicos es momento de aumentar el papel para secar las manos. Sin embargo, un detalle intermedio, aunque poco frecuente, es la utilización de servilletas de papel (Fig. 6). Y, como colofón, pero sólo, de vez en cuando, ciertas cafeterías y hoteles de categoría superior sorprenden con toallitas de felpa de un solo uso.
No obstante, e independientemente de la higiene manual, conviene recordar que, aparte de la limpieza personal, existe la importantísima limpieza del cuarto de aseo, algo imprescindible y, cada día es más frecuente darse de frente con alguno que sólo se puede entrar con madreñas, incluso con traje de buzo, cuyo ambiente huele a todo, incluso vomitivo, menos a detergente.

ALFONSO CAMPUZANO
               
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