viernes, 11 de marzo de 2016

MIRANDO HACIA ATRÁS SIN IRA

Las leyes autocráticas sirvieron de base para el desarrollo de leyes partitocráticas - Alfonso Campuzano

Conviene, de cuando en cuando, echar la vista hacia atrás, aunque pueda parecer temprano, pero poniendo remedio a no quedarnos convertidos en estatua de sal, como lo sufrió en sus carnes la mujer de Lot, con el fin de observar si el camino recorrido es correcto o bien hay que rectificar, porque rectificando se evoluciona.
Los tiempos autocráticos que vivió la población española durante cuarenta años es posible que no gustaran, por exceso o por defecto, a casi nadie, bueno, salvo a los que medraban por sus intereses, como siempre ocurre ante cualquier gobierno en cualquier país del mundo. Sin embargo, desde una perspectiva lo más objetiva posible, es necesario recordar, y sin acritud, si aquellos entonces aportaron o no algo beneficioso para el conjunto de la sociedad española actual.
Cuesta creer que, de hecho la Historia está ahí, para quien quiera conocerla y reconocerla, las leyes promulgadas durante las diez Legislaturas Partitocráticas vividas en estos casi cuarenta últimos años lo han tenido más que fácil, se han apoyado al tener como base de sustentación, no podía ser de otro modo, una veintena de leyes promulgadas durante las anteriores diez Legislaturas Autocráticas, como bien se puede investigar en el Boletín Oficial del Estado (B.O.E.).
Todo aquello se consiguió sin apenas bienestar, porque los impuestos que se pagaban eran indirectos al ir incluidos en el precio de todo lo que se compraba y en los bienes considerados de lujo, no como ahora que, aparte de haber aumentado los indirectos, se ha añadido el invento económico del Impuesto sobre el Valor Añadido (I.V.A.), además de otros directos, sin olvidar que la Declaración de la Renta anual es obligatoria.
Los presupuestos generales del Estado, desde 1976 hasta el último ejercicio, han conseguido engordar sus cifras primitivas hasta treinta veces, con lo que el Estado de Bienestar comenzó a flaquear en el momento que la última crisis económica hizo su aparición, y con ella los famosos y temidos recortes sociales; una crisis provocada por el despilfarro político que, en su propia defensa, no dudó en responsabilizar a los propios contribuyentes y que, en su insatisfacción no conoce la palabra sosiego.
Hasta el momento ha habido dos intentos reconocidos de recortar las mejoras sociales del poder adquisitivo de los empleados públicos alcanzadas en aquellos cuarenta años autocráticos para poder pagar el sueldo y prebendas al medio millón de políticos que no existían antes de 1976, lo mismo que a las comunidades autónomas, partidos políticos, sindicatos, fundaciones, subvenciones. Así que, acompañando en la desmesura, se observa que la deuda pública, durante este mismo tiempo se ha multiplicado por diez.
¿De qué pantomima se trata cuando las Cortes españolas aprueban unos Presupuestos Generales del Estado y acto seguido un presidente de Gobierno, como José Luis Rodríguez Zapatero, alias ZP, definido socialista, que en 2010, con la excusa de la crisis económica mundial, pese a no reconocerla, le sirvió para desencadenar la guerra de recortes al arrebatar, sin el más mínimo pudor, el 5% del sueldo de los empleados públicos para continuar los años siguientes con la congelación del mismo?
Una vez abierta la veda su continuador, Mariano Rajoy Brey, presidente de Gobierno, alias El Señor de los Recortes y de las Mentiras, dos años más tarde, con los Presupuestos Generales del Estado ya aprobados por las Cortes españolas, no le tembló el pulso a la hora de expoliar la paga extraordinaria de Navidad del 2012, que los trabajadores españoles venían cobrando desde 1944.

Alfonso Campuzano
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martes, 1 de marzo de 2016

RETRASO DEMOCRÁTICO


Las risas y buen humor preelectorales, a falta de ideas claras, suelen convertirse en lloros y moqueos postelectorales - Alfonso Campuzano

El reloj democrático se paró en 1978, justamente cuando se inauguró el tiempo partitocrático que aún se vive, a fin de que ciertos políticos pedigüeños, hombres grises sin suficiente materia cerebral gris para gestionar el bien común, demostrado está, no pudieron/quisieron/supieron desarrollar, mediante Leyes adecuadas, la Constitución española, instituyendo lo que se conoce, gracias a sus desmanes, como la gran novatada de la Transición, aunque sí han logrado engordar los territorios autonómicos como paso previo a un futuro federalismo, teniendo como finalidad, al menos en España, el reparto anual del erario público, vía presupuestos generales, negociando el trinque político, sin intención alguna de devolverlo.
Ahora, desde la inconsciencia de no haber vivido una autocracia de derechas, que duró diez legislaturas, se intenta introducir, con o sin vaselina, el supositorio de otra autocracia más, aunque de signo contrario, liderada por la banda de los que sí pueden, por medio de exigencias propias de un férreo control cuyos ejemplos se leen y se conocen por los medios de comunicación, demostrando que ignoran la Carta Magna española a la que quieren destruir con ocurrencias momentáneas y bipolares, casi siempre en contra de una cultura ancestral, cuando cualquier político debería tener presente que si no sabe ni cree en las costumbres y la cultura españolas debería abstenerse, por dignidad y decencia, a comicios y menos aún representar a posibles votantes.
La historia de los partidos de izquierda españoles está repleta de búsquedas de imposiciones autocráticas nada originales, sino copiadas de otros países a los que veneran, y que se lo deberían hacer mirar. En los años treinta del siglo pasado el ejemplo autárquico a seguir fue Rusia y países satélites, mientras que ahora los ejemplos son Venezuela e Irán. Cuando un político habla del pueblo se está refiriendo, sin duda, a intereses propios, aunque trasladados a terceras personas. Cuando se rebasa el límite profesional y se llega al enfrentamiento personal denota mucha fatuidad.
Si los partidos poltrona están nerviosos ante el horizonte que se avecina con la llegada de partidos emergentes es que se han dormido en los laureles. Las minorías, desde siempre, para hacerse valer, tratan de implantar normas antagónicas a la resolución de los comicios por medio de intolerancia e intransigencia, en las que ciertos políticos con su indumentaria, totalmente inestética, por cierto, hacen un flaco favor en beneficio del respeto que deben a todos los españoles. La ineducación no es un compartimento estanco, sino que, aparte de vivirla en la calle, se observa en el Parlamento cuya adolescencia, como en la vida, necesita un tiempo suficiente para alcanzar la madurez adulta y, con ella, el reposo. Todo número circense, aunque se desarrolle en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, tiene un tiempo limitado en busca de la sensatez.

Reformar la Constitución no significa satisfacer orgiásticamente a políticos que desprecian a los contribuyentes/votantes, salvo en comicios. Es una pérdida de tiempo y dinero intentar reconducir la Historia según ocurrencias políticas, ya que cada época es única e irrepetible.

Alfonso Campuzano
            
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