jueves, 21 de julio de 2016

HACIA EL IMPACTO TRANSGÉNICO

La ingeniería genética artificial ha tenido, y tiene, como maestra la modificación genética natural – Alfonso Campuzano    

La obsesión por incorporar plantas modificadas mediante ingeniería genética a la agricultura, llamadas vulgarmente plantas transgénicas, es decir, cultivos de alimentos teóricamente mejorados a través de biotecnología que, sin haber hecho estudios científicos serios y contrastados puede acarrear consecuencias imprevisibles, tanto a la especie humana como a la animal, entre las que se pueden contabilizar multitud de enfermedades desconocidas y, por tanto, difíciles de tratar y curar.
La trascendencia medioambiental, que se avecina, va desde la transformación de la conexión nutricional, debido al peligro existente a merced del intercambio entre los cultivos transgénicos y las especies naturales, hasta la aniquilación de especies naturales o incluso cambios en sus condiciones, pasando por las costumbres de otras especies, tanto animales como vegetales, que necesitan cultivos naturales no precisamente transgénicos.
Parece ser un error el posicionarse en contra de la hambruna mundial, exigiendo que se aceleren las herramientas biotecnológicas para dar alimento, como sea, sin saber las secuelas, que pueden llegar a ser catastróficas. Aunque el apoyo, con la firma, provenga de más de cien galardonados con el premio Nobel, en disciplinas como pueden ser Física, Medicina, Química, después de haber sabido que la estadounidense National Academy of Sciences (N.A.S.) haya comunicado que ha verificado los análisis realizados en los últimos treinta años sobre la huella dejada por alimentos derivados de especímenes transformados genéticamente, deduciendo que son tan fiables como los especímenes habituales, lo cual no quiere decir que estén en posesión de la verdad, y que puede resultar cruel, porque estén condicionados, tanto la Academia como los Nobeles, por empresa multinacional llamada Monsanto, en trámite de adquisición por la empresa farmacéutica Bayer, sin saber cuál será su futuro semillero, vamos, un monsantazo de libro.
La duda aparece, no precisamente ahora, sino desde hace bastantes años, en el horizonte alimentario cuando se piensa que los productos transgénicos pueden ser un peligro potencial para la Humanidad y, de hecho, no está descartado totalmente.
Por primera vez se puede estar de acuerdo con la famosa organización ambientalista Greenpeace al considerar que el treinta por ciento de los alimentos no modificados genéticamente, los que habitualmente consume el primer mundo, en lugar de ir directamente a la basura, fueran distribuidos entre las personas que padecen hambruna, de manera que no fuera necesario recurrir a la experimentación con alimentos mediante ingeniería genética.
Por alguna razón, hasta ahora desconocida, en Europa, salvo en diecinueve países, únicamente está autorizado sembrar maíz transgénico, precisamente el MON810, pese a que hipócritamente compran y venden más de setenta productos transgénicos.

La realidad es que no se puede ingerir cualquier pseudoalimento, aunque se pase hambre, salvo conscientemente. La hambruna no se debe combatir con cultivos transgénicos, sino con inversiones en arenales que logren transformarlos en auténticos oasis, que se puede, pero nunca utilizando semillas anuales Monsanto, que no sirven de un año para otro.

Alfonso Campuzano
Sigue a @AIf0ns0

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