martes, 18 de julio de 2017

APOYADO EN EL ATRIL

La gestión de un buen Gobierno se distingue cuando los miembros aportan la experiencia de sus méritos y de su valía profesional – Alfonso Campuzano


Durante la crisis económica global, el contribuyente soportó con sus impuestos, casi arrebatados, a inmigrantes africanos ilegales, que buscaban una solución para su economía familiar, al no proporcionársela su propio Estado, sin que los políticos, desde sus atriles, y con imposición, aparte de rasgarse las vestiduras, disminuyeran sus prebenda y regalías, dejaran de esquilmar, sin culpabilizarse en su gestión de errores económicos de bulto.
Sin solución de continuidad, se añadió el tsunami de refugiados, cuyas connotaciones eminentemente políticas, obligados a huir de su propio Estado, como consecuencia de diferentes causas como conflagración, hostigamiento, insurrección, intolerancia.
Si se remonta uno a la Historia, ésta relata que, desde siempre, la etnia musulmana jamás se ha aclimatado en el país que la ha acogido, lo cual implica graves inconvenientes, porque su gen fanático actúa con todo el mundo.
Todo aquel que emigre a otro país, si está dispuesto a trabajar, será bienvenido; de lo contrario sería mejor que su país se hiciera cargo, porque los impuestos del contribuyente anfitrión no dan para muchas más fiestas, pues bastante tiene con mantener a miles de políticos que, en vez de aportar, se dedican a propalar efecto de llamada para conseguir votos.
Si se añade que ciertos medios de comunicación nacionales e internacionales, a toda plana, mediante ciertos estudiosos pseudoperiodistas, fabrican noticias, que rara vez son descubiertas, aparecen refugiados por doquier, como por ensalmo, asaltando fronteras soberanas, sin el más mínimo de control policial y sanitario, también a cargo, por si fuera poco, del mismo contribuyente, generoso, solidario, incluso fibroso, una la fibra que puede desgastarse, que dé más aún de sí, a punto de bancarrota familiar, si el político, en su infinito egoísmo, no cede en sus exigencias.
Pero poco se habla, incluso nada, de inmigrantes sin papeles musulmanes que, en su ira e intolerancia, desde la patera en que navegaban, arrojaban al mar a inmigrantes cristianos.
Y es que, ante ayudas/subvenciones, la elección entre un nativo y un inmigrante/refugiado, y en las mismas circunstancias económicas, lo políticamente correcto, y que prima, es el desarraigo familiar del primero.
La imagen filmada/fotografiada de miles de inmigrantes en aeropuertos europeos, como si los transportaran desde su país hacia un lugar a punto de ser invadido, con tan sólo lo puesto, sin equipaje, sin enseres propios, con las manos en los bolsillos y, en ellos, un móvil de última generación, eso sí, personas jovencísimas, mujeres responsabilizadas de seis o siete niños, cuya mayoría pasan de España, por falta de puestos de trabajo.
Algo, o mucho, no deben estar haciendo bien ciertos políticos, gestores mediocres, cuando universitarios españoles, acuciados por el drama laboral, emigran hacia países donde sus títulos de ingeniero, químico, etcétera, son considerados; donde formarán una familia; donde contribuirán a su desarrollo; donde garantizarán sus pensiones; mientras que en España se reparte miseria.

Alfonso Campuzano
            
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miércoles, 5 de julio de 2017

ANTE UNA NUEVA IRRESPONSABILIDAD

Las culturas que evolucionan hacia el bienestar social abandonan la enfermedad en el camino – Alfonso Campuzano


Los sembradores de semillas discordantes están a la orden del día, es más no descansan; la materia gris de su cerebro maquina lo suficiente como para recoger el fruto distorsionado, aunque maduro, en boca de quien ellos desean, que son los votantes.
Es un deber del Estado conseguir el bienestar social, a través de campañas, que impidan avanzar, incluso que hagan retroceder, enfermedades descontroladas que, en caso de bajar la guardia, con la aparición de una epidemia, pudieran diezmar a la población; por tanto, es una irresponsabilidad sanitaria cambiar una normativa que perjudique a la salud de sus ciudadanos. Las culturas que evolucionan hacia el bienestar dejan atrás a la enfermedad.
La sociedad occidental ha avanzado, y teóricamente sigue avanzando, gracias a la preocupación por contener y evitar, en lo posible, las enfermedades infectocontagiosas a la población, en general, ya sea mediante vacunas, ya sea haciendo hincapié en la medicina preventiva, pero sin olvidar la higiene sanitaria; disponer de unas redes urbanas estancas de abastecimiento de agua para consumo, a la vez que unas redes de alcantarillado, también estancas, para evacuar las aguas residuales hacia una o varias estaciones depuradoras que, aparte de contener materias fecales, están contaminadas por deshechos como productos químicos, productos bacteriológicos.
Actualmente la policía sanitaria mortuoria, por higiene y salubridad pública, controla la inhumación de cadáveres que debe seguir una normativa por la cual todo cementerio de nueva construcción debe instalarse, previa acreditación mediante informe geológico, en un terreno que sea impermeable, que esté exento del peligro de contaminación, mediante los fluidos corporales, debidos a la putrefacción, en los que se pueden encontrar productos químicos derivados de medicamentos, incluso productos resultantes de haber recibido radiaciones ionizantes, que puedan llegar a capas freáticas donde podrían infectar acuíferos cuyo agua dependiera del abastecimiento y consumo de la población y contagiarse de enfermedades no deseadas.
Por otra parte, los materiales que se utilicen en la construcción de sepulturas deben ser impermeables, aislando el proceso de putrefacción, sistema que evite la salida al exterior de los líquidos, olores.
Resumiendo, la normativa vigente impide, por razones de salud y de higiene, inhumar cadáveres directamente en tierra, pues toda sociedad que desea evolucionar buscando lo mejor, lo menos dañino, el menor riesgo, que puede generar para sí y, por supuesto, para generaciones futuras.
Sería inaceptable, hoy día, tener que retroceder, desde un país considerado primermundista a uno tercer o cuartomundista, a la época oscurantista de una nueva Edad Media con el consiguiente peligro sanitario, y contentar, siempre desde el pelelismo políticamente correcto, a una minoría que no puede, no quiere, no sabe, evolucionar ni sanitaria ni higiénicamente, a la espera paciente de que pueda ocurrir una epidemia que destruya a la población nativa por importación de padecimientos innecearios.
No se puede tratar de imponer culturas trasnochadas, no evolucionadas, irresponsables, en contraposición con la evolución de los tiempos.
La ignorancia hace retroceder a la sociedad, siempre con la ayuda que siembra la discordia, en lugar de buscar la concordia y el conocimiento.

Alfonso Campuzano
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